sábado, 19 de enero de 2013

La editorial mexicana Aldus anuncia la publicación de una antología de Charles Bernstein


Charles Bernstein es poco leído en español. Su obra es teorética, inconexa y matérica: demasiado radical para el neoclasicismo dominante en nuestras letras.

Emergió en los setenta, en oposición a Ginsberg y su modelo lírico-bárdico. La primera vez que lo leí hace unos 15 años, quedé estupefacto. Fue tiempo después que me di cuenta que venía del formalismo ruso (donde adquirió su noción de artificio, a pesar de que no lo diga), la semiótica europea y las vanguardias. Sus compañeros generacionales son Bruce Andrews, Barret Watten y Lyn Hejinian (lo mejor del grupo).

Con Andrews fundó la revista L*A*N*G*U*A*G*E, que dio nombre al movimiento con el cual se les identifica y unánimente se le sabe líder.

Este nombre ha sido responsable de la poca comprensión que se tiene de ellos. ¿Qué poeta no es language poet, poeta del lenguaje? No hay que olvidar, pues, que el mote alude a su revista nativa, y no sólo a ser metapoetas.

Allá se exagera su originalidad. Para un enterado del experimentalismo iberoamericano, lo que los Language Poets postularon en los setenta en Estados Unidos es lo que los concretistas en los cincuenta en Brasil y continuó, por vericueto otro, lo neobarroco.

He hablado con casi todos ellos. Parecen ignorar a sus precursores latinoamericanos.

¿Por qué? En Estados Unidos los escritores no saben español.

¿Cuál es su poética? El extrañamiento brechtiano, la heteroglosia bajtiniana y la intertextualidad, el ludismo post-genérico, la discontinuidad narrativa, el metalenguaje y la comedia verbífaga. Bernstein es una mezcla de Haroldo de Campos y Carlos Monsiváis. A veces creo que su mayor influjo es Woody Allen.

¿A qué poeta latinoamericano se parece la poesía de Bernstein? Quizá a La nueva novela del chileno Juan Luis Martínez y a la del uruguayo Eduardo Espina. ¡O a un Parra neobarroco!

En Bernstein el poema salpica mass-medianismos, bibliografemas, bromas monolingües, sabotajes contra lo poetoso. A diferencia de los neobarrocos, Bernstein ha barrido de su poesía toda reminiscencia romántica. Es un poeta para poetas post-estructuralistas. Ésa es su gran virtud. Y su gran defecto.

Marxista, performático, erudito, derridiano, Bernstein es, asimismo, un insuperable polemista.

Sus lectores quizá a él no le agrade oírlo preferimos su crítica.

Pronto Aldus lanzará una antología de su prosa, en la que se incluirá su manifiesto sobre el artificio y la anti-absorción, que según opinión es la poética internacional más influyente desde el surrealismo. No exagero.

¿Por qué esto no se sabe? En Latinoamérica ya no se lee experimentalismo en inglés.

En Norteamérica sus ideas provocaron una revolución literaria en los ochenta y noventa. Esperemos en español, al menos, provoquen una fina sorpresa.

Heriberto Yépez

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