lunes, 21 de enero de 2013

Edgar Saavedra. Lengua negra de colores: En busca de las facciones del poeta, por Javier Gálvez


El poeta aparece a menudo frente a nosotros como un ser del cual se deplora la formación de su propia identidad. Por tanto, el trabajo de todo verdadero poeta consistirá en sobreponerse siempre a esta percepción insuficiente. Nuestros semejantes no pueden verlo y escucharlo, porque todavía no han sido elegidos por él para entrar en la existencia. Cuando el poeta decide ser poeta, esto es cuando decide ir al encuentro de los nombres presentidos; todas las realidades existentes se ven expuestas necesariamente a un proceso de extinción, pues carecen de las fuerzas suficientes para abolir por sí mismas su merecida servidumbre y retornar a una boca decidida a restaurarles el nombre original. Toda conversación con nuestro semejante, el nacimiento deseable de todo diálogo en el mundo depende radicalmente de este trabajo de restauración establecido por el poeta. Sin embargo, sucede a veces que llega hacia nosotros la voz de un poeta que quiere presentarnos una cierta imposibilidad del poeta para ser poeta, del poema para ser poema. Y entonces, nuestra humana aspiración infinita por el diálogo, nuestra vocación constitutiva por la conversación se ve extrañamente detenida por la presencia de una palabra que no desea ser palabra. El poeta Edgar Saavedra quiere dar un testimonio de esta experiencia in-deseable. Incluso, su mismo testimonio depende de la apariencia de un lenguaje fragmentado, entrecortado y expirante que no obstante deviene legible, como si su alma viviese y escribiese entre la afirmación y la negación de un algo inmenso innombrable todavía. De modo tal que se torna inevitable para el lector la emergencia de diversas lecturas donde a veces no se sabe a ciencia cierta el comienzo o el final de una frase memorable. Pero esta evidente libertad es para nosotros la prueba misma de una voluntaria ausencia de diálogo, el signo de una fatiga o de un estupor sentimental ante el mundo, ante el lenguaje, ante el poema. Saavedra desea y no desea un lector. Cada vez que lo desea, fragmentando el lenguaje, le ofrece distintos sentidos o caminos o esperanzas para enseñarle los movimientos de su alma. Empero, cada vez que lo niega, incita casi imperceptiblemente al lector a sumirse en una espiral de sentidos donde el riesgo de formar un laberinto se encuentra a cada paso.

II

¿De dónde procede esta voluntad de fragmentación concebida y realizada por el poeta? De dónde surge esta pasión por la ambivalencia evidente en el poema? Yo siento que esta abierta voluntad del poeta representa una fase difícil en la formación de su sensible identidad. Una fase susceptible de ser vivida por todo poeta en el curso de sus infinitos avatares. Sin embargo, no todos los poetas deciden ofrecer a sus semejantes las huellas tangibles de esta dolorosa formación, no todos perciben la necesidad de darle a un lector la historia de una de sus facciones. Es como si el mármol que ha de formar la estatua final demandase a cada instante una consumación, como si las fases de una obra reclamasen durante su existencia el derecho a una epifanía. Cada poeta determina qué rostros de su obra han de ser públicos o privados. Edgar Saavedra ejerce una libertad sobre su palabra para completar una fase de su propia existencia como poeta. Por momentos, existe en su poema un sentimiento creciente de estar en una especie de limbo casi inadvertido en la corriente contenida de narración que el poeta elige presentar. El poeta nos invita a flotar o a suspendernos en el borde de un sentido que no alcanza a completarse. Y nosotros aceptamos en silencio este llamado apacible, esta voz de versículo que sabe detenerse tal vez por pudor a mostrar alguna herida inexplicable. Tal vez porque aún no ha podido alcanzar una palabra donde la herida misma se transforme en la conquista de una sabiduría inevitable. ¿Creen todavía los poetas de nuestro siglo que existe la posibilidad de conquistar cierta sabiduría en el poema? Tengo la impresión de que Saavedra vive y muere amablemente en esta posibilidad cuando dice: "Nada puede desaparecer ni siquiera lo que no existe/ Si hasta he pasado 3 veces por un puente/ que jamás he visto". Estos versos constituyen para mí la última defensa de la poesía que ha llegado hacia mi alma. Cómo no hacer su apología si en ellos se revela una conciencia de la esencia misma de la poesía: la imaginación sobreponiéndose a su vergüenza y a su crisis permanente para levantar sobre las ruinas de lo efímero una eternidad sin duda voluntaria. ¿Habrá advertido Saavedra la gravedad primordial de su afirmación? Qué saben los poetas de aquello que conquistan frente a la muerte?

III

Pero parece que Saavedra sí conoce el destino de sus frases. Pues hay otro momento en el devenir del poema donde leemos: "Desde la colina contemplo además / la imaginación que luchando sigue / comprendo sin esfuerzo mi naturaleza / una mano descansa entre muslos bellos y dormidos". La imaginación no cesará de luchar jamás mientras exista el poeta concibiendo en un dolor fluido su poema. Esa "imposibilidad de coherencia" que el poeta se propuso como impulso y destino de su poema, es derrotada algunas veces por la presencia de un saber sobre sí mismo que le permite estar en su mundo más allá de cualquier mundo. Son momentos en los cuales la tiranía de cierto escepticismo es sobrepasada por la posesión de una verdad que nosotros podemos cifrarla en una sola frase: El poeta es poeta porque funda aquello que no existe. Y sobre lo que existe, funda sin demora aquello que debe ser. Ahora bien, entre las tantas existencias que el poeta respira, crea o completa, existe una ante la cual demuestra una docilidad recurrente quizás porque suscita en su alma ese estupor sentimental que ya hemos predicado: esta existencia es la Naturaleza: ""Pienso en los insectos que volvíamos a matar/ en la meseta de moras." O: "entonces reconocemos nuestros minerales/ empezamos otra vida/ de ciervo piedra ángel / siempre insecto/ palmera genital (...). Cada encuentro con la naturaleza es un instante transparente donde el poeta es dominado por un deseo de retorno, por un deseo de re-integración. La naturaleza nos llama siempre porque solo en ella existe ese reposo que necesitamos para subsistir. Sin embargo, la Palabra, es decir, nuestra libertad, es una segunda llamada que nosotros escuchamos alternativamente; una llamada que también necesitamos para subsistir. La lucha de todo hombre consiste en alcanzar cierto equilibrio entre estas terribles fuerzas. Pero, la lucha del poeta consiste en ir un poco más allá: Ser poeta consiste en imaginar siempre que este equilibrio es y debe ser permanente.

IV

¿Volverá a creer Saavedra en la capacidad de re-integración de la Palabra? Tengo la sospecha de que su fe volverá a incrementarse. Un atisbo de este incremento lo podemos constatar al principio de su tercera estancia, titulada "Lengua negra de colores": "Un sonido despierta la lengua / para no desperdiciar su color / también otra sensación / que desconozco de memoria / olvido al pronunciarla." He aquí una escena donde el lenguaje, solazándose, hace evidente su facultad de volver a un Todo, de volverse un Todo. El poeta entra y sale de la naturaleza como si la naturaleza fuese un órgano manipulable de su existencia. A decir verdad, el poeta le debe todo a la naturaleza, allí donde la naturaleza no le debe nada al poeta. Este es el sentido justo que predicaba el maestro Schiller en sus meditaciones sobre la poesía moderna: somos sentimentales cada vez que buscamos retornar a la naturaleza, cada vez que la sentimos como una infinita carencia, como una infinita neces
idad.

sábado, 19 de enero de 2013

La editorial mexicana Aldus anuncia la publicación de una antología de Charles Bernstein


Charles Bernstein es poco leído en español. Su obra es teorética, inconexa y matérica: demasiado radical para el neoclasicismo dominante en nuestras letras.

Emergió en los setenta, en oposición a Ginsberg y su modelo lírico-bárdico. La primera vez que lo leí hace unos 15 años, quedé estupefacto. Fue tiempo después que me di cuenta que venía del formalismo ruso (donde adquirió su noción de artificio, a pesar de que no lo diga), la semiótica europea y las vanguardias. Sus compañeros generacionales son Bruce Andrews, Barret Watten y Lyn Hejinian (lo mejor del grupo).

Con Andrews fundó la revista L*A*N*G*U*A*G*E, que dio nombre al movimiento con el cual se les identifica y unánimente se le sabe líder.

Este nombre ha sido responsable de la poca comprensión que se tiene de ellos. ¿Qué poeta no es language poet, poeta del lenguaje? No hay que olvidar, pues, que el mote alude a su revista nativa, y no sólo a ser metapoetas.

Allá se exagera su originalidad. Para un enterado del experimentalismo iberoamericano, lo que los Language Poets postularon en los setenta en Estados Unidos es lo que los concretistas en los cincuenta en Brasil y continuó, por vericueto otro, lo neobarroco.

He hablado con casi todos ellos. Parecen ignorar a sus precursores latinoamericanos.

¿Por qué? En Estados Unidos los escritores no saben español.

¿Cuál es su poética? El extrañamiento brechtiano, la heteroglosia bajtiniana y la intertextualidad, el ludismo post-genérico, la discontinuidad narrativa, el metalenguaje y la comedia verbífaga. Bernstein es una mezcla de Haroldo de Campos y Carlos Monsiváis. A veces creo que su mayor influjo es Woody Allen.

¿A qué poeta latinoamericano se parece la poesía de Bernstein? Quizá a La nueva novela del chileno Juan Luis Martínez y a la del uruguayo Eduardo Espina. ¡O a un Parra neobarroco!

En Bernstein el poema salpica mass-medianismos, bibliografemas, bromas monolingües, sabotajes contra lo poetoso. A diferencia de los neobarrocos, Bernstein ha barrido de su poesía toda reminiscencia romántica. Es un poeta para poetas post-estructuralistas. Ésa es su gran virtud. Y su gran defecto.

Marxista, performático, erudito, derridiano, Bernstein es, asimismo, un insuperable polemista.

Sus lectores quizá a él no le agrade oírlo preferimos su crítica.

Pronto Aldus lanzará una antología de su prosa, en la que se incluirá su manifiesto sobre el artificio y la anti-absorción, que según opinión es la poética internacional más influyente desde el surrealismo. No exagero.

¿Por qué esto no se sabe? En Latinoamérica ya no se lee experimentalismo en inglés.

En Norteamérica sus ideas provocaron una revolución literaria en los ochenta y noventa. Esperemos en español, al menos, provoquen una fina sorpresa.

Heriberto Yépez

viernes, 18 de enero de 2013

La Lengua Radical: Antología de la poesía norteamericana contemporánea. ed. & tr. Esteban Pujals Gesalí


LANGUAGE: UN PROYECTO RADICAL PARA LA ESCRITURA DE FIN DE SIGLO 9
BRUCE ANDREWS 37
STEVE BENSON 51
CHARLES BERNSTEIN 67
NORMA COLE 85
CLARK COOLIDGE 95
TINA DARRAGH 113
MICHAEL DAVIDSON 127
ALAN DAVIES 139
JEAN DAY 149
RAY DI PALMA 157
KATHLEEN FRASER 173
TED GREENWALD 191
ROBERT GRENIER 199
CARLA HARRYMAN 209
L YN HEJINIAN 219
P.INMAN 241
STEVE MCCAFFERY 247
DOUGLAS MESSERLI 257
MICHAEL PALMER 267
BOB PERELMAN 283
LESLIE SCALAPINO 303
RON SILLIMAN 313
BARRET WATTEN 333
from the back cover:
L
 = A = N = G = U = A = G = E, published between 1978 and 1982 by New York poets Bruce Andrews and Charles Bernstein, is the best known of a set of journals (ThisHillsRoofTottel’sThe DifficultiesQU. etc..) that in the late 70's and early 80s reflected the dissatisfaction of a generation of American poets in respect to assumptions that still dominate the writing, distribution, and consumption of  poetic works in both the U.S. and in other countries in the West. The magazine ended up giving its name to a set of radical creative proposals for understanding poetry as a critical praxis, engaging the languages ​​of alienation from a radical opening of the imaginable in regard to linguistic creativity and verbal construction. La Lengua Radical is an attempt to provide with Spanish-speaking readers with a large sample of the poets.

Mi vida de Lyn Hejinian, editado por la editorial Mangos de Hacha de México


El libro más representativo del movimiento poético Language

Traducción de Tatiana Lipkes

Los cielos son los terrenos de esta miope, los ojos son los siervos de la percepción. Sin duda esto es un poema, ese modelo de interrogación. De la muerte camino a la vida. ¿Fue Lucrecio entonces elitista? En la cocina en el pizarrón blanco escribíamos recordatorios y dejábamos mensajes, y ese me decía que la mayonesa se había acabado y que el queso azul estaba asqueroso: ahorcados, p, o, c. Me río como si mis ollas estuvieran limpias. Si la realidad está tratando de expresarse en palabras ciertamente está tomando el camino más largo. El sentimiento inevitable es una preliminar, y mucho de lo que veo quiero hacer. ¿Desde cuándo una oración es una metáfora? Lo veo continuamente delante de mí, impacientemente pregunta por mi trabajo.
Lyn Hejinian


Lyn Hejinian
Nació el 17 de mayo de 1941, en el área de la Bahía de San Francisco. Es poeta, ensayista y traductora. Entre 1976 y 1984 fue editora de “Tumba Press”, y más adelante de 1981 a 1999, del Poetics Journal al lado de Barrett Watten. Hoy en día co-edita “Atelos”, una empresa de publicaciones dedicada a difundir obras sin un género preestablecido.
Entre sus libros, destacan títulos como Writing is an Aid to Memory, The Language of Inquiry, Oxota: A Short Russian Novel y Mi Life, ahora publicado por primera vez de manera íntegra en nuestra lengua. Como traductora sobresale el trabajo realizado con la obra del poeta ruso Arcadii Dragomoshchenko, representado en Description y Xenia.
Actualmente vive en Berkeley y enseña en el plantel de la Universidad de California de esa misma ciudad.

Simposio «Poética Versus Filosofía: Vida, Artefacto y Teoría» en la Universidad de Texas A & M


Convocatoria al Simposio

«Poética Versus Filosofía: Vida, Artefacto y Teoría»
Universidad de Texas A & M
11, 12 y 13 de abril de 2013

El Departmento de Estudios Hispánicos, conjuntamente con el Centro Melbern G. Glasscock para las Humanidades, de la Universidad de Texas A&M en College Station, Texas, invita a participar en el simposio internacional titulado «Poética Versus Filosofía: Vida, Artefacto y Teoría», que se llevará a cabo del 11 al 13 abril del 2013.

Desde Platón, la controversia entre poesía y proyecto filosófico ha sido legendaria, repitiéndose con múltiples variaciones a través de la historia hasta el presente. Este gesto inicial antagónico del antiguo filósofo contra los poetas, tal vez nos puede llevar a ampliar nuestro campo de reflexión acerca de los temas cruciales hoy en día, con respecto a, por ejemplo, los misterios semánticos y sintácticos de los artefactos artísticos y científicos, o el valor imaginario que radica en la especulación teórica. Crear un diálogo interdisciplinario entre diversos campos, tales como arte y arquitectura, filosofía, ciencias políticas y naturales, estudios poéticos y literarios, es inevitable. El conflicto ancestral sin resolver entre la poesía y el saber racional, debe reformularse en el siglo XXI y servir como metáfora en torno a la cual se concibe este simposio.
Los posibles temas de debate incluyen, pero no se limitan a:
•             Recepción de la poética estadounidense en la escritura en español
•             Recepción de la poética hispánica en la escritura estadounidense
•             Teoría estética y filosofía del arte en el idioma español
•             El carácter político oculto de la invención poética y artística
•             Nuevos horizontes en la estética
•             Artefactos científicos y artísticos que nos ayudan a entender la complejidad de la vida
•             La naturaleza de la meditación del artista
•             Utopía y posibilidad de la unificación del conocimiento humano
•             Nuevas fuentes de pensamiento arquitectónico
•             Prioridades poéticas en modelos teóricos
•             Autores sobre autores
•             Traducción y trans-creación
•             Memoria y duelo
•             Exilio y pensamiento artístico en el desplazamiento
• La enseñanza del pensamiento creativo y la escritura

El simposio servirá también para realizar un homenaje a la poeta uruguaya Ida Vitale (1923), en ocasión de su 90º cumpleaños. En la jornada final Vitale realizará una lectura de su obra y mantendrá un diálogo con la audiencia. Asimismo se realizará la presentación del número especial de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año XXXVIII, No 76, dedicado a la poesía hispanoamericana actual.

Las presentaciones pueden ser escritas en español o en inglés y deben tener una duración máxima de 20 minutos. Los resúmenes de no más de 300 palabras deben enviarse a: Diane Rolnick: dmrolnick@hotmail.com
El plazo para enviar propuestas es el 15 de febrero de 2013.

miércoles, 16 de enero de 2013

Pedazos de Robert Creeley, por David Medina Portillo


Autor:  Robert Creeley,
Título:  Pedazos,
Editorial: Mango de Hacha, México, 2010.

Robert Creeley es el autor de una frase con la que Charles Olson hizo escuela: “la forma no es más que una extensión del contenido”. En este orden, el autor de Pieces sería también una de las claves para entender el fenómeno del “Projective Verse”: recurso más que formal sistematizado por Charles Olson que determinará –de la posguerra hasta nuestros días– una parte central de la poesía norteamericana. En la obra de Creeley la acepción del verso tradicional es desplazada por la línea, entendida básicamente como el registrode la respiración. En efecto, el aliento como expansión orgánica es quien dicta ahora cada poema, de modo que antes que palabra escrita, la poesía de Creeley puede seguirse ante todo como rítmica oralidad. Así lo ha explicado el poeta Charles Bernstein: “Lo quedesde cierto punto de vista es una fragmentación prosódica radical, desde otra perspectiva evoluciona como una música cargada de intensidad. Se trata de una experiencia rítmicamente saturada, de oscilación estimulante, como las ondas del pensamiento rotas en partículas del sonido”.

Trasladar aunque sea una parte mínima de este universo a otro idioma parece una empresa temeraria, si no es que francamente imposible. Sin embargo, una nueva y espléndida editorial mexicana: Mango de Hacha, acaba de publicar en edición bilingüe Pieces, con versión al español a cargo de José Luis Bobadilla y Ricardo Cázares Graña.

 La anterior reflexión de Bernstein es particularmente reveladora frente a un poema  como “Números”, serie dedicada a Robert  Indiana, el conocido artista de las variaciones LOVE con quien Creeley trabajó en Black Mountain College. Así leemos: “Where are you–who/ by not being here/ are here, but here/ by not being here?” Las cláusulas del inglés sobrevuelan como una música del pensamiento y, a la vez, en cuanto sensualidad silábica entre la anáfora y la aliteración. Por su parte, en la versión al español, la musicalidad está más que asegurada por la firme percusión de los acentos: “¿Dónde está –quien/ al no estar aquí/ estás aquí– pero aquí/ al no estar aquí?” Aunque no siempre es posible este feliz encuentro. No obstante, ante las previsibles disonancias entre el original y su traducción, me parece que los traductores de Pieces para Mango de Hacha han tratado de sacar el mejor registro, evitando que, a falta de una  equivalencia dócil del español, las líneas de Creeley se desplomen como fraseo insípido.

Quizá el único tropiezo para un lector  arisco se encuentra en el título de esta edición: ¿por qué Pedazos y no Piezas? Supongo  que José Luis Bobadilla y Ricardo Cázares Graña han querido destacar, digamos, el carácter material de la poesía de Creeley (en línea con el celebrado objetivismo de la poesía gringa) por encima de su dimensión sonora, obviando una voluntad de ejecución en el sentido rítmico pero, también, como manifestación y acción de esa habla que tanto le preocupaba a Creeley. La inanidad de un “pedazo” está en incómoda contradicción con una poética de la acción que, por ejemplo, llevó a este autor a establecer una amistad instantánea con Jackson Pollock, según cuenta Kevin Power en Una poética activa. No se necesita mucho para advertir que la Action Painting del maestro del expresionismo abstracto tiene más de un paralelo con esta conocida declaración de Creeley: “Lo que existe por sí mismo es lo que se llama significación. [...] Esta clase de significación es, en último término, lo que el poema es. El poema existe por sí mismo en virtud de su propia actividad; por lo tanto es, tiene significación”. Acción poética: algo que puede advertirse con suma claridad en el poema que abre esta versión de Mango de Hacha: “Tan real como pensar,/ milagros creados/ por la posibilidad/ formas. Un punto al final de una oración/ que comenzaba/ con era/ hasta un presente,/ una presencia/ que dice/ algo/ mientras avanza.”

martes, 15 de enero de 2013

Theresa Hak Kyung Cha por Cristina Rivera Garza



[para Amaranta y Juan Francisco y Pepe y Tabea y Abraham y todos los integrantes de la Asociación Libre de Pilotos Encendidos de la Frontera Más Izquierda]

Los buenos libros se las arreglan para llegar en el momento justo, a la hora adecuada. No arriban antes de que estemos listos para su lectura, ni después, cuando todo es ya demasiado tarde. Los buenos libros se materializan en nuestras manos sólo cuando uno está en condiciones vivir con ellos, en su sangre. Cuando resultan del todo urgentes. Eso me pasó con Dictee, de la coreana-californiana Theresa Hak Kyung Cha. Me la habían recomendado mucho y muchas veces pero, aunque había estado a punto de la adquisición en varias ocasiones, la había evitado (sin razón aparente, como suelen ser esas cosas). Hace un par de días compré el libro en una de estas librerías privilegiadas de California y, aún entonces, estuve a punto de devolverlo porque el precio era mayor al anunciado en la etiqueta. Lo conservé nada más porque había una larga cola en el mostrador de servicio y hacía calor y tenía hambre. Cuando, horas después, lo abrí y me di cuenta que tenía entre mis manos un libro largamente recomendado todavía lo miré con curiosidad y precaución. Luego vi el mar por la ventana y, más tarde, vino el golpe. Y, de inmediato, las ideas para este texto.

Theresa Hak Kyung Cha nació en Corea y, luego, vivió en California, un estado con el que he desarrollado una profunda relación de encuentros y desencuentros, y que tiene, por eso, el poder de poner en duda todo lo que soy y lo que no soy. La lectura se ha llevado a cabo en un sitio, quiero decir, que es mi casa y mi centro. En ningún otro lugar podría haber leído Dictee, esta biografía dislocada e inquietante que mezcla cuatro voces distintas: esta zaga que viene de Corea y pasa por la imagen y se regresa en la oración entrecortada en dos o tres idiomas distintos y llega por fin al lugar del que se va. En ningún otro lugar todo esto habría tenido el ardiente sentido que, inequívocamente, tiene. Es el sitio de la huida y del regreso. El lugar de la inmigración y del enraizamiento. El paisaje como cerco.

Dijo alguna vez Carole Maso en la revista Spin que Dictee amplía la noción de lo que es un libro porque es efímero, frágil, fiero e indeleble, porque es subversivo, porque grita y es luminoso. Pocas veces he estado más de acuerdo con la descripción de un objeto cultural. Lo que Cha dejó en Dictee (a Cha la mataron en una calle de Nueva York en 1982) es uno de esos pre-testamentos que están destinados a trascender (mejor: a entretener) al tiempo. Una biografía personalísima, sí, pero en cuatro registros: el de Yu Guan Soon, una revolucionaria coreana; el de Juana de Arco; el de Perséfone y Démeter; y el de su propia madre, Hyung Soon Huo. Se trata, claro está, del registro biográfico de un Yo Plural que vive intermitentemente entre fronteras que no ha elegido pero que la componen bien. Fragmentada como su lugar de nacimiento, es decir, fragmentada por obra y gracia y tragedia de la materia misma de su contenido y no por moda o facilismo posmoderno, Dictee se despliega morosa y tentativa y maravillosamente sobre la página. Aquí hay textos que parecen confesiones pero que no lo son; imágenes que parecen ilustrar procesos que no existieron; notas que son, efectivamente, notas al calce; interpretaciones diseminadas; fotos del recuerdo: poesía. Dividido en nueve partes, que corresponden a las nueve musas griegas, Cha se las ingenia para contar una experiencia vital que es a la vez propia y ajena desde puntos de vista no sólo lejanos sino también contradictorios, ficticios y verdaderos al mismo tiempo, vulnerables siempre.

Cha es una inmigrante, claro está, pero se niega a contar su historia (una historia que quiere contar) con las estrategias y los formatos de los relatos didácticos. Cha no quiere ser un modelo a seguir ni una voz representativa de nada. Ésta no es una historia feliz, sino una humana. Al contrario, haciendo corto circuito en cada oración, en cada párrafo, Cha pone en juego su experiencia y la experiencia ajena que, sin embargo, la ha formado, para enunciar un Yo siempre irresuelto, siempre vivo, desencajado. El Yo, parece decir Cha, es un virus. Aquí nada es normal, dice su escritura, aquí nada está en paz. Yo no pertenezco, dice en muchas voces, pero todo me pertenece, dice en otras. Utilizando la estrategia del collage, combinando texto e imagen, escritura y pre-escritura, Cha juega con la forma documental que, en el último momento, niega al referente, fundándolo.

La pregunta fundamental es una pregunta sobre la memoria: dónde se hace, cómo nos conjuga, en qué momento se evapora. Y cuando se trata, como en esta caso, como en todo verdadero caso, de una memoria traumática, ¿quién es la voz que recuerda? ¿cómo se atreve? ¿para qué? Cha increpa al poder, al poder militar y al poder del lenguaje, el poder de quien firma la historia y el poder de quien, titubeo en garganta o mano en arma, lo cuestiona. Empieza en la siguiente línea, escribe. Podría haber sido. Quise verlo./ Podría haber sido. Me hubiera gustado verlo/ pasar me hubiera gustado verlo pasar antes. Todo./ Inesperado y ahí/ en todos lados. Cada parte. Todas las partes. Una/ por una sin perder ninguna. Nada./ Olvidando nada./ Dejando fuera nada./ Pero pretende/ ve a la siguiente línea/ resucítalo una vez más.

Salido a la luz apenas unos días antes de su trágico deceso, Dictee se mantiene fresco así: colindante, atrabancado, irresuelto.

La bicicleta del panadero de Juan Carlos Mestre

Juan Carlos Mestre
La bicicleta del panadero
Calambur. Poesía, 131. Madrid, 2012, 480 páginas. 25 euros. ISBN: 978-84-8359-238-0.

Cuadernos hispanoamericanos,  nº 748, octubre de 2012
Eduardo Moga

La denuncia y el amor

La poesía de Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo,  1957) se ha caracterizado siempre por su derroche imaginativo, por la fuera —la violencia, incluso— con la que su fabulación prende en la página. Tras La casa roja, Premio Nacional de Poesía en 2009, en el que parecía culminar un proceso de transmutación metafórica del mundo, iniciado con el ya remoto Siete poemas escritos junto a la lluvia —para hacerlo, paradójicamente, más real: más mundo—, su nueva entrega, La bicicleta  del panadero, demuestra que no hay palabra que alcance su fin: la palabra siempre puede radicalizarse. En los 298 poemas de este libro, Mestre lo aúna todo, lo alea todo, con un propósito existencial, humilde y feroz a la vez: " si lo has imaginado, eso mismo has vivido", afirma en "Puerta del perdón". La imaginación conduce a más vida: acrece el latido. Los versos —y, en su interior, los sintagmas— se engarzan, promiscuos, tumultuosos, sin otra relación que la que se desprende de su abrupta adyacencia —pero relación inimpugnable desde su mismo alumbramiento, evidente en su redondo e infrangible ser—, formando retahílas de imágenes que se disponen como largos convoyes ferroviarios: "miércoles dentro de los paños verdes del hospital de los incurables y en los nidos del mal agüero cuya invención ejecutan los boquiabiertos en la despedida de las grandes bandadas de pájaros", escribe Mestre en un solo versículo de "Semana sin fin". Uno de los méritos no menores de este procedimiento acumulativo es que se lleve a cabo sin disminuir el ritmo de la invención, sin que desfallezca la capacidad de ensartar cuentas tan distantes. A veces, el delirio es absoluto: en "Áspera elegía", "un trotskista sueco [es] perseguido en Málaga por un piolet", "los pastores protestantes adoctrinan al oso hormiguero" y "ni el extintor pelirrojo ni la lencería de leopardo de los poemas [se merecen] chantilly royal". Pero los temas, que siempre se identifican tras el ensamblaje metafórico, y ciertas incisiones en la realidad, en el manto reconocible de lo existente, sostienen los poemas, y las anáforas y enumeraciones, vueltas estructura, los vertebran. Una feraz intertextualidad -bíblica, literaria, pictórica, histórica, filosófica, mitológica-, aunque trastocada por la alquimia permanente de la analogía, contribuye al trenzado de los hechos y las ensoñaciones, a la urdimbre de lo imaginado y lo real. Tres poemas consecutivos, "Primera página", "Federico García Lorca" y "Poema Doce", ilustran estos mecanismos fabriles: al dato, en ocasiones desnudo, que nos introduce con naturalidad en lo comprensible, sigue el hachazo de lo inesperado, que nos enreda en lo incomprensible, y, por ende, en lo poético. Así empieza el segundo poema mencionado: "En el Broadway de los años cuarenta las cosas se estaban poniendo feas para Salvador Dalí, aunque el Retrato de la abuela Ana cosiendo ya le había cambiado la vida a más de un vendedor de seguros. (...) Las langostas hablaban por teléfono con su hermano muerto...". En la poesía de Juan Carlos Mestre, en su inclinación a la epopeya y su irracionalismo impetuoso, pero también en su materialidad desesperada, se aprecian los modos de un neovanguardismo vívido y la fecunda impregnación de la mejor poesía chilena contemporánea, desde el creacionismo de Vicente Huidobro hasta el orfismo de Rosamel del Valle, y algunas voces y acontecimientos del pasado chileno del poeta se asoman a los poemas, como en "La hija del dueño de la dulcería Schubert" —precedido por una larga cita de Violeta Parra, hermana de Nicanor Parra—, donde se menciona a los "chanchos"  la protagonista del poema les grita "cafiches a los carabineros".

Sin embargo, la radicalización que supone La bicicleta del panadero respecto a la obra anterior de Juan Carlos Mestre no es gratuita. Una causa biográfica, la pérdida reciente del padre —cuya figura aparece ya, oblicuamente, en el título del poemario—, justifica los numeroso poemas rememorativos y elegíacos, así como el sentimiento de melancolía que impregna numerosos pasajes del libro. Pero ese padre pobre, honrado y muerto es símbolo, a su vez, de todos los hombres que trabajan y sufren, de todos cuantos soportan la opresión de los poderosos. Un aire de indignación preside La bicicleta del panadero, al que contribuye la dolorosa desaparición de alguien a quien se ha amado, pero también la evidencia del latrocinio, el clamor por la injusticia y la irritación por la manipulación dolosa del lenguaje. El libro, con su palabra desconcertante, casi dadaísta, renueva la poesía social, lo que no es hazaña pequeña: Mestre reivindica a las víctimas frente a los victimarios, a los humildes frente a los engreídos, a los callados frente a los que mienten. y una larga panoplia de menesterosos es representada a menudo por figuras arquetípicas, como la del judía, destinatario de todas las ignominias, presente en muchas composiciones, al igual que el verdugo, el nazi. El poeta particulariza la alegoría mediante el recuerdo de la represión franquista y nazi de sus propios antepasados, como en "La hija del sastre", donde "en abril del 41 Antonio Abella, vecino de Paradaseca, muere en Mauthausen / Y José Mestre desaparece el primero de febrero del 42 en el campo de exterminio de Gusen". La figura de la víctima por antonomasia se prolonga en una sostenida consideración de lo hebraico, y no es desdeñable la influencia estilística que la Biblia y la tradición talmúdica han ejercido en esa poesía: el uso del versículo ("versículos como venas henchidas", escribe en "La sastrería"), las fórmulas retóricas, las repeticiones, la coordinación sintáctica. En La bicicleta del panadero, Mestre se revela antinacionalista, anticapitalista, antirreligioso, anticlerical y partidario de la rebelión, tanto poética como política, a la que llama en uno de los fragmentos de "Las tabas de la hechicera": "Se prohíbe no escribir poesía (...) / Súmate a la revuelta malgasta tu sueño en la reivindicación del mundo". No obstante, su enfado no hace hirsuto al libro: la indignación aparece contrapesada por la ironía, o trasmutada en humor, que es una de las formas más saludables de sobrellevar la ira, un humor grotesco a veces, o sutilmente disuelto en las escenas del poema, con personajes y situaciones que recuerdan a las comedias del cine mudo; un humor que cuaja en décimas paradójicas, como "Motel Mar", donde recrea cómicamente las coplas de Jorge Manrique, o recae en el propio autor, como en "Los viernes de la cacharrería", donde no ofrece un retrato amable de los poetas: "Se odian todo lo que es posible, se quitan / los premios, se desean el escorbuto". Pero no solo las ideas expresadas, o el tono empleado, acreditan las opciones éticas de Mestre: también su discurso resulta coherente con ellas, y con la íntima y anterior convicción del poeta de que todo el diccionario es poesía,  y de que toda la realidad, aun la más sórdida, lo es. Así, los vulgarismos y las frases hechas, que se mezclan con las metáforas más elevadas, reflejan ese mundo poblado por el vulgo. En "De memoria", donde propugna una poesía en combate con la tradición, antimimética, afirma, con sucesión de aliteraciones, no escribir "para echarle afrecho a los chanchos de domingo de guzmán encaramado en los retablos de Berruguete", y, a continuación, puntualiza: "Cuando oigo debatir acerca de las poéticas del silencio, me descojono de risa. Andan enredadas unas y otras con el asunto de lo claridoso y la fosforescencia, intentando venderles la moto a los mutilados de la pretensión...". Con este propósito chaplinesco, contrario a toda etereidad —y a toda grandilocuencia—, Mestre también mezcla algunas figuras reverenciales d ela literatura, como Cervantes, con otras de la cultura popular, como Mortadelo y Filemón. Su afán es intrahistórico, reivindicativo de la nobleza privada. Un afrán que conviene a este libro aluvial, colérico, hiperbólico, pero también íntimo, cuya denuncia se formula sin mengua de la delicadeza, sin sustraer amor.

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A toda página. El diario montañés, 28/12/2012
Javier Menéndez Llamazares

La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre

Aristóteles en Villafranca del Bierzo

Cuando llega a mis manos la última entrega poética de Mestre me sorprenden sus casi quinientas páginas, una extensión inusitada para un libro de versos, más dados, como el velocista, a la corta distancia. Sin embargo, ese medio millar lejos de llamar al pánico auguran un prolongado estado de gracia, como si viviéramos de nuevo en campaña electoral y las ideas fueras brillantes y voladizas y las palabras pudieran cambiar el mundo.
Y es que, quien le ha leído lo sabe, Mestre es un auténtico prestidigitador, capaz de trocar las frases en asombro y detener los relojes durante el instante preciso para el trance. Aún más: quien le conoce, no puede sino amarlo.

Recuerdos

Cuando quien suscribe tenía apenas diecinueve años, el mundo era una biblioteca con nombres dorados en los lomos de cada tomo. Gamoneda, Ángel González, Bretón o Maiakovski llenaban los días; las noches eran para la vieja máquina de escribir, que transcribía versos que evidenciaban lecturas y filias, además de falta de pericia. En el verano de 1992, por recomendación de Alejandro Valderas, fui invitado a la fiesta de la literatura leonesa, el acto de ‘Poesía para vencejos’ que cada año se celebra en el castillo medieval de Palacios de la Valduerna, donde vive el profesor Felipe Pérez Pollán.

Recuerdo que aquella tarde de agosto pasé los peores nervios de mi vida, a pesar de la mirada generosa de Antonio Colinas, cuyos libros llevaba en mi cartera, para que me los dedicase. Antes que yo se acercó al micrófono un poeta de rizos rubios rebeldes, con la media sonrisa calada. Vestía entero de azul petróleo, y sus lentes redondos brillaban bajo el sol de media tarde. Con su ritmo pausado y una dicción que no encajaba con el origen berciano que acaba de anunciar el presentador, el joven declamó ‘Elogio de la palabra’. Mis ojos se abrieron cuando dijo: «Esta palabra y la sombra de esta palabra…». Luego, con ‘El arca de los dones’ ya no hubo quién me sacara de mi asombro. Más tarde, durante la cena, no paré hasta conseguir sentarme junto a aquel hombre que era capaz de dar vida a las palabras más elementales. Aquella noche empezamos a conversar, y todavía no hemos terminado. Era Juan Carlos Mestre.

Impreso

Cuando abro mi ejemplar de ‘La bicicleta del panadero’ lo hago, debo admitirlo, con cierta precaución. Desde hace meses los libreros lo despachan a sus clientes preferidos, que luego repasan cada verso. Yo he querido demorar ese momento; muchos de sus poemas ya me resultaban familiares, pues el poeta gusta de adelantar pequeñas pinceladas de su obra, desperdigándolas aquí y allá, siempre generoso con aquellos, tantos, que le piden un texto para su revista, una tarde en su tertulia o un guiño en su blog. Y así va sembrando el poeta plaquettes, lecturas o libros de artista, en un irresoluble puzzle que sólo de cuando en cuando se completa con una obra mayor, que hace las veces de pequeña antología –o inmensa, como en este caso–.

La precaución se debe a que Mestre no es sólo su poesía, sino su propia actitud ante ella. Cuando le has visto arrancar el desgarro a su pequeño acordeón, jugar con sus timbres de bicicleta o simplemente elevar la mirada mientras recita, como si buscara en los cielos respuestas imposibles, cuando has escuchado su poesía siempre temes que la letra impresa sea demasiado poco. Tal vez por eso lees sus versos como si los estuvieras escuchando, imaginando mentalmente el tono del poeta, y su acento con leves cicatrices de sus años chilenos.

El artista total

Claro que Mestre ya no es un poeta, o no sólo. Es un hombre orquesta y es también un museo ambulante; sus dedicatorias a la acuarela hacen que sus files aguarden con paciencia en largas filas en cada una de sus firmas de libros. Maneja el tórculo con la misma soltura con que se quita el sombrero, y hasta se permite tener un amigo que le lleve la página web y esas cosas para las que ya no tiene tiempo, mientras él vive en una sinrazón de estaciones y últimos avisos.

Pero sin saber cómo siguen brotando los versos, esa pasión encendida con la que busca la felicidad y combate toda tiranía. En su último libro, hay insumisión y dulzura. Los pensamientos bailan ante nosotros, con guiños a Marcuse y a Girondo y a todos los escritores combativos, los que más admira. Pero también hay recuerdos para Gilberto Ursinos, para su pequeño Valle del Bierzo y para el hijo del panadero, que no es sino una versión más joven de sí mismo. Como este libro, que parece una continuación natural de ‘La poesía ha caído en desgracia’, como si por Mestre no hubieran pasado los años y los premios. Claro que también hay saltos terrenales y de precisa contemporaneidad, porque ¿quién iba a sospechar que le gustase Nick Cave?

Talleres de Expresión Literaria de Monte Ávila Editores para 2013


MONTE ÁVILA EDITORES CONVOCA A LA X EDICIÓN DE SUS TALLERES DE EXPRESIÓN LITERARIA

La recepción de los documentos estará abierta hasta el 8 de marzo de 2013

El Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de Monte Ávila Editores anuncia la X convocatoria a sus Talleres de Expresión Literaria, correspondientes al año 2013. Creados con el fin de incentivar la creación literaria, estos talleres son espacios de encuentro en donde se estimula el talento de los participantes, a la vez que sirven de guía para aquellos que deseen incursionar en el oficio de escribir. Los aspirantes deben consignar dos (2) copias de los siguientes recaudos: una carpeta con textos del aspirante, inéditos o publicados, en la que se especifique claramente para qué taller concursa, no mayor a veinte (20) cuartillas, un currículo de vida, fotocopia de su cédula de identidad y una fotografía reciente. También deberá consignar una carta en la que haga explícitas las expectativas que tiene respecto al taller al cual aspira. Cada taller será dictado de forma gratuita (sin incluir material de apoyo) y tendrá un cupo máximo de 15 personas.             

Los talleres tendrán una duración de nueve (9) meses y serán impartidos una vez a la semana, de 5:30 p.m. a 7:00 p.m., por Carlos Noguera (Narrativa) los días lunes, Miguel Marcotrigiano (Poesía) los días martes, José Gabriel Núñez (Dramaturgia) los días miércoles, Eleonora Cróquer (Ensayo literario) los días jueves y Mireya Tabuas (Literatura infantil) los días viernes. Todos los talleres se impartirán en la Librería Del Sur de Celarg, ubicada en el Hall del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Habrá un segundo taller de narrativa, dictado por Sol Linares los días sábado de 2:00 p.m. a 4:00 p.m., y que tendrá lugar en la Casa de las Artes Plásticas de la ciudad de Valera.

Los recaudos deberán ser consignados a la siguiente dirección: Centro Simón Bolívar, Torre Norte, Piso 22, El Silencio, Caracas, de lunes a viernes en los horarios comprendidos de 09:00 a.m. a 12:00 m. y de 02:00 p.m. a 4:00 p.m. La fecha de recepción de los documentos estará abierta desde el instante de publicación de esta noticia hasta el viernes 8 de marzo de 2013. Las sesiones de taller iniciarán la semana del 25 de marzo de 2013, extendiéndose hasta la segunda semana de diciembre del mismo año.

Cinco poemas de Nuno Júdice

SINFONÍA PARA UNA NOCHE Y ALGUNOS PERROS De noche, un perro empieza a ladrar, y después de él, todos los perros de la noche se ponen a ladra...