viernes, 29 de octubre de 2010

Isaac Goldemberg toma por asalto el género policial con la novela Acuérdate del escorpión por Eduardo Corrales

Luego de más de tres décadas de maduración y tras labrarse una sólida reputación en el universo de las letras hispanoamericanas, el narrador y poeta peruano Isaac Goldemberg (Chepén, 1945) ha satisfecho su temprana ambición de escribir una novela policial y la ha plasmado bajo el título de Acuérdate del escorpión.

El autor de La vida a plazos de don Jacobo Lerner “se saca el clavo” (dicho en peruano) con una historia que explora —en sus propias palabras— “los rincones oscuros de la naturaleza humana”.

De “una obra delirante, paródica, eficaz” que reúne todos los estereotipos del género y rinde homenaje a sus antecesores, tanto en la literatura como en el cine, ha catalogado la escritora mexicana Margo Glantz a la primera novela negra de Goldemberg.

Por su parte el narrador y ensayista argentino Mempo Giardinelli habla de la trama de Acuérdate del escorpión como “jugosa y fascinante”.

La obra presenta en los roles estelares a dos oficiales de la Policía de Investigaciones del Perú: el capitán Simón Weiss y el teniente Katón Kanashiro.

“Elegí que los dos detectives fuesen un judío y un japonés —se trata, además, de un japonés mestizo— porque me interesaba explorar la relación entre dos individuos de minorías étnicas que de alguna manera han sufrido una suerte de prejuicio en el Perú”, revela.

En el inicio de la trama, ambos personajes han recibido el encargo de investigar los asesinatos que tienen por víctimas a un japonés en un salón de billar y un anciano judío en una pensión, ambos establecimientos situados en el centro de Lima.


Una imagen persistente

En el principio, Goldemberg —quien reside en Nueva York desde 1964— realizó en 1977 un viaje a Lima, cuya finalidad era recoger datos para una novela. En el curso de la pesquisa —relata— se topó (tal vez en el diario Última Hora) con la noticia del asesinato del dueño de un restaurante popular.

Aunque los detalles y las circunstancias precisas del caso se desvanecieron con el paso del tiempo, “por algún motivo, al leer esa noticia se dibujó en mi mente la imagen de un japonés, en un billar y crucificado sobre una de las mesas; esa imagen, misteriosamente, me persiguió durante todos estos años”, asegura.

Pero el almacén de las materias primas de la ficción de Goldemberg atesoraba otra imagen, la cual —una vez rescatada, desempolvada y puesta en valor— le serviría para tejer la trama.

Esta imagen era “la de un ahorcado —un anciano judío— en una pensión del centro de Lima, pensión que realmente existió —aunque no con el nombre con que aparece en la novela—, y que yo frecuenté mucho de niño”, anota.

“Luego, sin saber cómo, estas dos imágenes pasaron a ser parte de un tiempo y un espacio histórico definido: la Segunda Guerra Mundial, que me serviría para explorar ciertos aspectos relacionados con la conducta de los seres humanos”, acota.

La acción transcurre a lo largo de 6 días, iniciándose el 2 de junio de 1970 —fecha en que la selección peruana de fútbol se medía con la de Bulgaria en el Mundial México ‘70. Dos días antes, el 31 de mayo, un letal y destructivo sismo había sacudido dramáticamente Lima y el norte del país.

“La paralización sufrida por Lima —a causa del terremoto y por los partidos de fútbol jugados por el equipo peruano— era el escenario ideal, medio fantasmal, para que actuaran los personajes de mi historia”, refiere.


Parientes noir en una ciudad gótica

La sordidez, el cinismo y la violencia, junto a un cierto toque kitsch, han sido tradicionalmente algunos de los instrumentos útiles para hurgar en los mecanismos del comportamiento individual y en los procesos sociales, principalmente a partir del noir surgido y vigente entre las décadas de los ‘30 y ‘50 del siglo pasado.

“Hay un cierto parentesco entre Acuérdate del escorpión y las novelas del género negro escritas en esa época”, admite. “En mi novela, por ejemplo, hay una predilección por los ambientes oscuros, medio sórdidos, y por las situaciones en que imperan la corrupción y la violencia”.

En este nivel, el escenario mismo en que se desarrolla la historia se vuelve una especie de protagonista, ya que Lima aparece como una ciudad oscura, llena de sombras, “un poco gótica”.

“Al mismo tiempo, la novela presenta personajes —sobre todo el capitán Weiss— como individuos traumados por su pasado; es decir psicológicamente derrotados y debatiéndose entre el bien y el mal”, refiere el autor de Tiempo al tiempo (1984).

“También, en la novela —al ser una policial romántica— se entremezclan la pasión y el odio, el amor y el deseo, el perdón y la venganza”, añade.

Y dado ese carácter de un melodrama romántico, el autor insertó la música popular —valses y boleros— como parte de la historia narrada.

El soundtrack incluye Sueños de opio y El plebeyo (ambos temas clásicos compuestos por el bardo peruano Felipe Pinglo Alva) y los boleros —monumentos de letra y música erigidos para gloria del despecho y el abandono— Amor ciego, Corazón loco y Amor perdido.

“En alguna medida la letra de esas canciones sirven como telón de fondo para la trama y explican y complementan lo que sienten los personajes”, ilustra.


¿Género menor?

Para el autor de Hombre de paso / Just Passing Through (1981), el hecho de que la novela policial goce de gran popularidad no convierte al género en “menor”. “Basta con mencionar —remontándonos al siglo XIX— a escritores que han practicado este género tan importantes como Edgar Allan Poe, G. K. Chesterton o Arthur Conan Doyle”, apunta.

En tiempos y espacios más cercanos cita a Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Rodolfo Walsh; y entre los contemporáneos menciona a Mempo Giardinelli, Paco Ignacio Taibo II, Ricardo Piglia, James Ellroy y Roberto Saviano.

Aunque en las letras latinoamericanas existe una larga tradición de narrativa policial —en sus diferentes vertientes, y desde antes de Borges hasta después de Bolaño—, las muestras en la literatura peruana no igualan las dimensiones de otros países donde el cultivo del género es más extendido.

“Por cierto que el número de novelas policiales en el Perú no puede compararse con el de países como México, Argentina o Cuba, mas hay una lista bastante nutrida que va desde autores como Jorge Salazar, pasando por Mario Vargas Llosa y Carlos Calderón Fajardo, hasta Santiago Roncagliolo, por citar a uno de los más nuevos”, precisa.

Goldemberg confiesa que salvo ¿Quién mató a Palomino Molero?, de Vargas Llosa, no ha leído —todavía— ninguna otra novela policial peruana. “Es precisamente ahora cuando me voy a dedicar a leerlas. No he querido hacerlo antes para no “contaminarme” ni estilística ni temáticamente, ya que desde hace varios años tenía pensado incursionar en este género”.

En Blanco nocturno, la más reciente novela de Ricardo Piglia, uno de los personajes, Croce, lanza: “Las novelas policiales resuelven con elegancia o con brutalidad crímenes para que los lectores se queden tranquilos”.

“Respecto a Acuérdate del escorpión, yo diría que la resolución de los crímenes sirve más bien para que los lectores se queden intranquilos, para que reflexionen sobre los prejuicios, los genocidios, los abusos del poder, y la ineficacia, muchas veces, de la ley y la justicia”, comenta.

Fuente: Letralia

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